sábado, 2 de enero de 2010

A RICARDO NO LE GUSTABA LA COLIMBA...

JUAN YÁÑEZ

Cuando mi hermano Ricardo cumplió sus veinte años y eso fue en 1964,
-como todo hijo de vecino, nacido argentino- fue llamado a prestar el “servicio a la patria”lo que coloquialmente se llamaba: “hacer la colimba.” Era el Servicio Militar Obligatorio, un ineludible deber que existió hasta la Guerra de las Malvinas.



Hoy probablemente para muchos de los jóvenes de ahora, colimba sea una palabra exótica y apenas recordada. Pero para nosotros, los jóvenes de ayer, “hacer la colimba” era motivo de inconveniencia y preocupación. En el mejor de los casos tomaba un año el servicio y si te correspondía Marina no te alcanzaban dos. Lo cierto es, que era un deber considerado por muchos -y para ello sobraban razones-: …un tiempo definitivamente perdido. (Con las excepciones
siempre presentes en las generalizaciones, es oportuno dar testimonio de que esta obligación ha significado para ciertos jóvenes la posibilidad de aprender en la disciplina militar, enseñanzas que aplicadas acertadamente han logrado templarles el juicio y despertado sus cualidades humanas. En otros casos el servicio posibilitó al conscripto la formación y capacitación en algún oficio o profesión útil para la vida civil. Esta apreciación es compartida por numerosos militares profesionales y también civiles que como la mayoría de los argentinos procuramos ser amantes y solidarios
con la patria).
A aquellos que iniciaban una carrera universitaria les dificultaba mucho la continuidad en sus estudios y a otros que emprendían una
actividad laboral o de otra naturaleza le restringía sus planes y propósitos...

Ricardo fue destinado al Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín. Este prestigioso cuerpo, fue el forjador de la independencia americana y aún tiene como potestad la custodia del Presidente de la Nación. El pertenecer a esta unidad de vistoso y elegante uniforme de época, significaba para los conscriptos un orgullo y una distinción. Llegada la fecha de incorporarse, Ricardo luego de dejarse abrazar y de recibir nuestros mejores deseos para que no le faltara toda la suerte del mundo, marchó circunspecto y silencioso al cuartel…
Durante un mes
apenas tuvimos noticias, hasta que llegó el día de la primera visita. Fueron mis padres al cuartel y encontraron a
Ricardo muy contrariado con la
experiencia militar. Mi padre preocupado por su aflicción le aconsejó que se tranquilizara y le prometió buscarle solución. Para ello recurrió a una
relación que era más que apropiada.
Era la Primera Dama, la esposa del Dr. Arturo Illia, a la sazón Presidente de la República, a quien conocía de trato y amistad. Ella prometió ayudarle para cuando acabara el período de tres meses en que transcurría la instrucción militar obligatoria, que inexcusablemente debía cumplir a

cabalidad en la unidad donde fue destinado.
Cuando Ricardo conoció la noticia se molestó y apostó que con sus propios medios iba a lograr ser dado de baja o algo por el estilo. Por supuesto no lo consiguió, pero si, realmente e increíblemente
logró ser el soldado más distinguido del batallón. Según él todo el reconocimiento obtenido era producto de la casualidad o de la apreciación errada de sus superiores. Para ilustrar pondremos algunos ejemplos:El cuerpo de granaderos es de caballería y toda la instrucción lógicamente tiene que ver con los caballos. Ricardo no había sido nunca un buen jinete, sin embargo era el primero en realizar las maniobras mas arriesgadas, con una temeridad y
técnica asombrosa, que según sus palabras –“lo hacía para lesionarme y así conseguir la baja”. En otra oportunidad durante la proyección de una película para esparcimiento de la tropa, se sintió a disgusto y triste. Para mitigar su pena fue a la cuadra donde estaba el caballo que le fuera asignado. El animal estaba echado descansando y Ricardo en su desdicha se sitúa a su lado, acariciándole la testuz. Sorpresivamente pasa el Mayor Veterinario que al interrogarlo sobre su presencia allí, Ricardo le responde, a modo de excusa: que estaba intranquilo por su caballo y decidió venir a vigilarlo… Era una respuesta lógica a una abnegada tarea que por supuesto le valió un reconocimiento. Hay otros hechos parecidos que lo destacan entre sus compañeros con toda justicia y mérito. Es entonces que Ricardo se convierte paso a paso y definitivamente en el mejor soldado de su unidad.

Así llegamos al final de la instrucción y el cambio de destino que había prometido la Primera Dama. Una mañana, mi hermano es notificado de presentarse ante el Coronel, comandante de su unidad. Acude a su despacho y después de los formalismos de rigor es interrogado por su superior que tiene en sus manos el oficio para trasladarlo a otra unidad y ciertamente imagina que es una gestión promovida por familiares del conscripto. Está molesto con lo que acaba de recibir, pero tiene la esperanza, más aún, la certeza de que Ricardo, ―dadas sus calificaciones y comportamiento―, no estará de acuerdo con su cambio y le dice algo parecido a lo que aquí transcribimos: --Soldado, me ha llegado un oficio de traslado de destino para ud., y pienso que seguramente no estará de acuerdo con ello-- y sigue. --Usted. no está obligado a irse, si no es su voluntad--
Y terminando su discurso le dice ….. :--¿Cuál es su decisión soldado? --Disculpe mi coronel…, --he decidido aceptar el traslado--. Fue la firme respuesta de Ricardo--. Entonces el Coronel, que era un hombre con la mejor buena voluntad, dispuesto a obrar con la mayor ecuanimidad posible y que supone haber descubierto la vocación militar en un subordinado, reacciona mas confundido que irritado, no comprendiendo que un conscripto tan
capaz, que prometía ser un calificado hombre de armas, tomara esa determinación tan sorprendente; es entonces que cavilando, permaneció unos instantes observándolo en silencio……. Ahora ya, se ha puesto triste y se siente frustrado…Es entonces

que de inmediato recupera la serenidad y haciendo de tripas, corazón, guardando la dignidad de su
investidura, no le queda más remedio que decir: --Si esa es su voluntad soldado, firme aquí…-
- y le alcanza el oficio….Ha aceptado que ha perdido y da por terminado el asunto.

Ricardo fue destinado como asistente y chofer de un oficial de la Marina, que por el peso de la recomendación casi no lo ocupaba y consiguió salir en la primera baja. Y así
damos por finalizado este recuerdo y con la experiencia que nos dan los años vividos, hoy dudamos las conjeturas, reflexionamos y nos atrevemos a decir:
¿Sería cierto que a Ricardo no le gustaba la colimba……..?

Juan Yáñez

Material gráfico
agradecimientos a :
jravellaneda.blogspot.com
taringa net diariopampero.blogspot.com
oscarsabetta.com
www.ejercito.mic.uy picaderocipriano.com    
                                                                              Ricardo en aquellos años>
                        

                                    
                                                                                                                            


                                                                                                                                                

5 comentarios:

  1. Algo parecido le pasò a FORRES GUM...(risas)

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  2. Hola Alí, no me diste tiempo de informarte de la nueva entrada....¿Hiciste vos la colimba acaso..? Saludos

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  3. En realidad no, aunque estuve en el Cuerpo de Bomberos por algunos años ¡Pero nada qye ver !

    ESE CAMBIO DE IMÁGEN INICIAL FUE MUY ACERTADO

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  4. Así es en todas partes. Los soldados son los que terminan pagando los platos rotos de los poíticos

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  5. Así es Nery. Ejemplo de tu opinión fue la guerra de Las Malvinas y otras tantas que en la historia están. Un abrazo...

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