jueves, 31 de marzo de 2011

MACEDONIO FERNÁNDEZ EN PEQUEÑAS DOSIS (3RA. DOSIS)


Macedonio Fernández.
Papeles de Recienvenido 
y Continuación de la Nada.

Barataria. Sevilla, 2010.

EL BLOG OPINA: 
Macedonio es como una sombra que se diluye en los espacios donde creemos encontrarle. Es una presencia fugaz que brota en un lugar impreciso, dura un instante y deja un rastro que invita a seguirlo para descubrir nuevos elementos ignorados...


No sólo por su imposible biografía, hasta por su nombre aquel raro que se llamó Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-1952) parecía un apócrifo. Toda su vida estuvo escribiendo una novela, la de su vida, y sólo cuando murió se comprobó que no era una invención de Gómez de la Serna y de Borges, que escribió a su muerte un texto de despedida al que pertenecen estas líneas, excepcionales por el afecto que manifiesta alguien tan habitualmente pudoroso:


Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir.



Inclasificable narrador, precursor de la poesía ultraísta, ensayista irreverente, es uno de los autores que más influyen en la literatura argentina contemporánea. No sólo en Borges, claro. Ricardo Piglia hacía en 1992 en su novela La ciudad ausenteun homenaje a la figura de Macedonio y a su capacidad para hacer de la perplejidad un instrumento narrativo.



Fue más que un precursor un escritor que rompió con lo anterior y asumió el vanguardismo no sólo como un estilo, sino como una forma de mirar la realidad y de estar en el mundo. Nieto de Sócrates, como Cervantes, por quien siempre manifestó una admiración sin límites, percibió la importancia de la lengua oral en la literatura. Es Borges otra vez el que lo recuerda menos en la lectura que en la conversación:



Antes de ser escritas, las bromas y las especulaciones de Macedonio fueron orales. Yo he conocido la dicha de verlas surgir, al azar del diálogo, con una espontaneidad que acaso no guardan en la página escrita.



Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada, los dos libros que reunió en un volumen en 1944, son dos manifestaciones de esa literatura radicalmente renovadora que usa el humor absurdo como arma destructiva de la lógica y como reflejo de una realidad absurda.



El misterio, el milagro de la irracionalidad y el escudo humorístico quedan reivindicados ya en Salvedad, el texto con el que justifica la publicación del libro:



Si muchos miedos, y una constante imposición del Misterio, hacen humorista, nadie escribirá más alegremente, hará más optimistas que yo.



En Papeles de Recienvenido (Ser "recienvenido" en Buenos Aires ni por un momento se perdona; es como insolencia) reunió las confesiones de un recién llegado a los ambientes literarios de Buenos Aires, los capítulos de una autobiografía del recienvenido con sus esforzados estudios y sus brillantes primeras equivocaciones (Alguien dirá: ¡Pero Recienvenido, otra vez de cumpleaños! ¡Usted no se corrige! ¡La experiencia no le sirve de nada! ¡A su edad cumpliendo años! Yo efectivamente entre amigos no lo haría. Mas en las biografías nada más exigido.)



Y en una segunda sección emuló la oratoria de un hombre confuso en los Brindis a Gómez de la Serna, a Jules Supervielle o a Gerardo Diego (Aceptad con certeza de afecto y apreciación de vuestros talentos la sinceridad de esta demostración. Sería indiscreto de mi parte intentar un encomio y examen de aquéllos. La salutación a un visitante que se hace querer es todo el significado de lo momentáneo actual. He dicho).



En Continuación de la Nada, que publicó como segunda parte (o mitad inconfundiblemente 2ª) de Papeles de Recienvenido, reunió cinco poses fotográficas para trazar una autobiografía, seis capítulos sobre él mismo como el Bobo de Buenos Aires y nueve temas del libro que se despide.



En su obra no sólo reflejó su personalidad: criticó con ironía y distancia –aunque formaba parte de su mismo carácter- al prototipo porteño que se mueve entre el desorden y la disculpa, entre la siesta y la retórica superficial, entre los brindis en las inauguraciones y el ingenio chistoso que advierte al lector:



Déjeseme prometer para algún día el trabajo coherente y sistemático sobre Comicidad, Chiste y Humorismo. El material y la doctrina casi están; faltan la disciplina y el orden, virtudes a veces útiles e importantes y que la economía mental del lector estima altamente.



Los dos títulos los publica Barataria en su espléndida colección Humo hacia el sur con el Retrato de Macedonio Fernández que escribió Ramón Gómez de la Serna y sirvió como prólogo en 1944. De ese retrato prologal son estas palabras:



Macedonio Fernández es un admirable criollo que desde el pórtico de su escondida estancia es el que más ha influido en las letras dignas de leerse pues lo que él encontró es el estilo de lo argentino, fue como el hallazgo de la arquitectura manuelina para Portugal.



Creador febril y visionario, en Macedonio Fernández vio Borges no sólo al maestro, sino un ejemplo de dedicación absoluta a la literatura:



Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse. 



Santos Domínguez

Tomado de  encuentrosconlasletras.blogspot.com
Material gráfico: catalonia.cl

viernes, 25 de marzo de 2011

TUCHO, EL REY DE AMÉRICA

Planeta Redondo

24/03/11 - 08:58
Norberto Méndez es el máximo goleador de la historia de la Copa América. Hizo 17 tantos sin ser un delantero como Pelé, Maradona, Romario o Batistuta, otros ilustres participantes de la principal cita continental. Además, levantó tres trofeos consecutivos en los años 40.

EL BLOG OPINA: 
                                    Tengo un imborrable recuerdo de Tucho Méndez. Lo vi jugar siendo yo pibe en Racing, en su época gloriosa. Recuerdo su entusiasmo y pasión por el fútbol. Fue un jugador fuera de serie, un crack inolvidable. La nota es excelente...
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Era crack, era magia, era gol, era tango. "Ayer Tucho Mendez vino a visitarme / y en un fuerte abrazo me insto a meditar,/ así poco a poco mi mente poblaron / sus dulces recuerdos que no he de olvidar./ Soñaba en aquellos lejanos momentos / cuando era un purrete con sed de vivir / tejer en el césped muy lindas gambetas / y haciendo golazos sentirse feliz...", lo retrata la letra de Manuel Pose a la que Victorio Papini le puso música.
Norberto Doroteo Méndez fue uno de los grandes mediocampistas de la historia del fútbol argentino. Jugó en Huracán, en Racing y en Tigre. En total disputó 392 partidos e hizo 123 goles. También se destacó en la Selección: todavía ahora, en la antesala de la Copa América de la Argentina, es el máximo goleador histórico de la máxima competición continental (hizo 17 tantos, al igual que el brasileño Zizinho), un trofeo que conquistó en tres ocasiones (1945, 1946 y 1947). Sobran los datos para contarlo: Tucho fue un pedazo enorme de cada club en el que jugó, un motivo para convertise en hincha, una razón suficiente para hacer la cola para comprar una popular bajo el sol de un domingo cualquiera.
Nació en esa difusa frontera tan huracanense entre Nueva Pompeya y Parque de los Patricios, el 5 de enero de 1923. Desde los días de la niñez se hizo quemero e hincha de los referentes de su tiempo. Por ejemplo, lo esperaba a Herminio Masantonio a la salida de la cancha para llevarle la valija; y al arquero Juan Estrada le alcanzaba la pelota detrás del arco en los entrenamientos. Eran sus felices berretines. Sus inicios los retrata el blog Historia del Fútbol Mundial: "Los potreros de la populosa zona del sur porteño y el club Miriñaque vieron transcurrir largas horas de la niñez de quien, tiempo después, se convertiría en uno de los grandes ídolos del fútbol argentino. Tenía 11 años cuando un buscador de valores precoces de esa época, José Carrero, lo llevó a Huracán. Y fue en la Sexta División del Globito donde comenzó a hacer los palotes de su notable historia futbolística".
Pronto, el chiquilín de paso chueco y con un jopo imposible de modificar, jugó junto al guapo Masantonio en Huracán. Y se dio un lujo contradictorio: le hizo un golazo desde 35 metros a su admirado Estrada, cuando ya había sido transferido a Boca. Debutó en la Primera del Globo de Newbery el 13 de abril de 1941, en el viejo estadio de Avenida Alcorta y Luna, donde hoy está el Ducó. Esa vez, ganó el local por 4 a 2, con con un gol de Tucho, dos de Herminio y otro de Baldonedo. Desde entonces hasta 1947 fue figura y símbolo de su querido Huracán.
Luego, fue transferido a Racing y resultó una pieza fundamental del primer tricampeón del Profesionalismo (1949, 1950 y 1951). Su campaña en Racing terminó en 1954. Después estuvo dos años en Tigre y volvió a ese lugar que quiso tanto: a Parque de los Patricios, al Globo de Newbery, donde terminó su campaña a fines de la década del 50. Más tarde, ya retirado, les pondría palabras a sus sensaciones y a sus afectos futboleros: "Huracán fue mi novia; Racing, mi mujer; la Selección, mi amante".
En su idilio con esa amante celeste y blanca, Méndez demostró su condición de gigante. "A Tucho lo definen, sobre todo, los cracks a los que tuvo que reemplazar. Cuando el Charro Moreno -el Maradona de los años 40- se fue a México y Vicente de la Mata se lesionó, tuvo que aparecer él. Y lo hizo del mejor de los modos: asombrando a todos. Demostrando que lo que cada fin de semana hacía en la Argentina lo podía hacer también en cada rincón de América y del mundo", cuenta el periodista e historiador Oscar Barnade, miembro del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF).
La Copa América fue su perfecto escenario: en 1945, en el Sudamericano de Chile, convirtió seis goles en apenas cuatro encuentros como titular. La mitad de ellos sucedieron en un partido que lo convirtió decididamente en superhéroe: convirtió los tres tantos del 3-1 frente a Brasil, en Santiago. Fue el máximo anotador de esa edición. En 1946, en Buenos Aires, volvió a ser decisivo: marcó cinco goles. Dos de ellos sucedieron en el encuentro decisivo, también ante Brasil. Ante más de 80.000 personas, en el Monumental, provocó los dos gritos memorables que le dieron otro título a la Argentina bajo el cielo de América. En 1947, en Ecuador, fue parte de un equipo memorable que compartió, entre otros, con Alfredo Di Stéfano. Argentina obtuvo el tricampeonato y Tucho volvió a ser determinante en el encuentro de la consagración: convirtió dos tantos en el 3-1 ante Uruguay, en Guayaquil.
"Tucho era también un auténtico porteño", contaba en la redacción de Clarín el imborrable Pedro Uzquiza, quien conocía bien los detalles de la vida de ese talento enorme del fútbol argentino, de ese hombre de la bohemia, de los códigos del barrio, del tango. Méndez concurría a dos lugares emblemáticos de su tiempo: el Marabú y el Chantecler, donde se encontraba con su amigo Aníbal Troilo, con quien se ofrecían mutua admiración. La siguiente anécdota sucedió fuera de Buenos Aires: después de convertirle tres goles a Brasil en el Nacional de Santiago de Chile, fueron a festejar a la confitería La Quintrala. Tita Merello, de gira con una compañía teatral argentina, lo invitó a bailar un tango, y Tucho mostró su arte de gran bailarín. Como el fútbol, llevaba la música en el alma.
"Viví muchas vidas. No me arrepiento de eso. Tal vez ahora esté volviendo a la época en que era una estrella de bigotes recortados con precisión", le confesó al periodista Miguel Frías en una de sus últimas notas ofrecidas. Era un personaje mágico de aquellos días. Hasta fue convocado para protagonizar la película "Con los mismos colores", junto a otros dos futbolistas icónicos de la época, Mario Boyé y Di Stéfano. Confesó Méndez alguna vez: "Si volviera atrás haría todo igual. Hice todo lo que pude. Fui feliz". Se fue del mundo más tarde, en 1998. No sabía entonces que nadie le había podido quitar su corona de Rey de América.