domingo, 18 de julio de 2010

LAS CUATRO ESTACIONES (autor anónimo)








Había una vez un hombre con cuatro hijos. Él deseaba que sus hijos aprendieran a juzgar las cosas sin prejuicios ni apresuramientos.


Así que los envió a cada uno a una gran aventura…., ir en la búsqueda de cierto árbol, el cual se encontraba lejos, a una gran distancia.




El primer hijo se fue al invierno.


El segundo hijo a la primavera.


El tercer hijo al verano y el más joven al otoño.




Luego de que ellos se fueran y regresaran, el padre los mandó llamar y les preguntó, que habían observado...

El primer hijo contestó que el árbol era horrible, doblado y torcido.




El segundo hijo contestó que el árbol estaba cubierto por un hermoso follaje y flores.



El tercer hijo estuvo en desacuerdo, comentó que árbol estaba lleno de brotes frutales que desprendían un aroma dulce fresco y hermoso. El árbol era la cosa más hermosa que había visto.


El último hijo disentía de sus hermanos. Comentó que el árbol era magnífico, estaba cargado de frutos, lleno de vida y esplendor.






Entonces el padre explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque cada uno había observado solamente una temporada en la vida de aquel árbol.


Le explicó que no pueden juzgar a nadie solamente por un período de su vida.


La esencia de las cosas y de quienes somos solo puede ser medida al final, cuando todas las etapas de la vida se han alcanzado. La vida nos enseña constantemente. La virtud se alcanza al recoger sus enseñanzas y aplicarlas.




Detrás de todo está presente el amor de Dios, que nos dignifica y salva.






No te des por vencido cuando es invierno porque perderás las oportunidades de la primavera, la belleza del verano y las promesas del otoño.



No dejes que el valor de una temporada destruya el gozo de las demás y no juzgues la vida por una época difícil…


Mantente firme en las dificultades y mejores tiempos vendrán con toda seguridad…

 Aspira a inspirar.., antes que a expirar.


Vive sencillamente, ama generosamente y que te importe todo.




Habla con gentileza, sé cordial, solidario, y deja lo demás a Dios.


Cuando eres feliz contagiarás la felicidad a los demás.



 La voluntad te mantendrá fuerte.


Los sufrimientos te templarán el espíritu.


Las derrotas te consolidarán y desarrollarán tu humildad.




Los éxitos te darán fuerzas y esperanzas para seguir.




Pero solo Dios es el que te mantiene en la vida.


Así que cuídate y también de esa forma cuidarás de aquello que ÉL con tanta sabiduría  creó...



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