viernes, 30 de julio de 2010

OPINIÓN

-K-Maradona 
Por Denis Pitté Fletcher
www.notiar.com.ar

                              Brutal. Así fue la paliza por goleada que Alemania le dio a la Argentina. La primera selección en serio contra la que jugaba nuestra selección nacional.

Y no por contar con mejores jugadores, pues en términos individuales teníamos mayor peso específico, jugadores más calificados. Messi, Higuaín, Tevez, Di María, Verón, Palermo, son una muestra del nivel de nuestros jugadores.
No fallaron ellos. Falló Maradona. Faltó el sistema. Se jugó todo a la libertad de cada jugador, sin estrategia ninguna. Sin concepción unificadora. A pura creatividad e impulso individual.
Y falló porque Maradona no puede dirigirse a él mismo. Dirigir una selección nacional requiere más que pies. Requiere cabeza y templanza. Y es allí precisamente donde Maradona hace agua. Maradona es el ícono de la decadencia nacional y nada menos que a él se puso al frente de la selección nacional.
Cuando arañando ganamos en Uruguay y pudimos clasificarnos tras mucho sufrimiento, Maradona mostró su real ser. A los periodistas que osaron hasta ese momento someterlo a crítica, les ordenó que continuaran con la práctica de la fellatio eterna. Y a alguno en particular le avisó que la “tenía adentro”.
El Maradona de siempre: mal educado, exitista, atropellador, sobrador, soberbio, despectivo. Que se olvidó de que no se representaba a sí mismo sino a nuestra Nación. Casi un presidente. Mucho más que un canciller.
Tuvimos suerte en el Mundial. La primera ronda la batimos contra Nigeria, Corea del Sur, y Grecia. Aprendices de fútbol, sin la historia ni las individualidades argentinas. Un paseo para precalentar y nada más. Y ello bastó para que Maradona volviera a mostrarse tal cual es: los periodistas tenían que comenzar a pedirle disculpas. El fin de la humildad transitoria. Ya no había razones para bajar el copete.
Ya con México se vieron las falencias. El D.T. no estaba a la altura.
Y Alemania puso las cosas en su lugar: 4 a 0. Resultado que no admite maquillajes ni explicaciones ni excusas. “4 a 0” y punto.
Claro está que Maradona se olvidó de dar la contraorden, y todo pareciera indicar que los periodistas críticos deben continuar con la felación. No se sabe hasta cuándo. El “dios” no levantó el mandato. No pidió disculpas. No ofreció intercambiar los roles. A él no le cabe colocarse las rodilleras.
El gobierno apostó –con nuestro dinero, obviamente- a la victoria del seleccionado nacional. Pensaba recaudar votos con cada gol y cada partido ganado. Un gol, cien mil votos. Vice campeón, un millón. Campeón, presidencia asegurada.
Pasarían una y mil veces las imágenes de Cristina junto a Maradona y Grondona. De acá a la eternidad. Fútbol para todos. TV digital para todos. El gobierno como el determinante de la victoria. Los balcones de la Rosada rebosantes de Cristinas y Maradonas y el pueblo, debajo, aclamando a sus héroes. Como en Malvinas. La Argentina del triunfo, que da lecciones al mundo sobre el “modelo”, del cual la victoria en el Mundial era –claro estaría- una consecuencia inevitable.
Hasta se obligó a la selección nacional a fotografiarse con un cartel promoviendo el premio Nobel de la Paz para Estela de Carlotto, y se montó otra foto de esta presunta abuela abrazada alegremente con Maradona, que serían luego superpuestas con transparencias sobre la otra foto futura, la de la selección campeona del Mundial.
Se terminó el hechizo y el montaje. Volvimos a la realidad lamentable que nos toca vivir a los argentinos. Pobreza, inseguridad, corrupción a granel, mentira oficial, impunidad, demagogia, Venezuela, Cuba.
Tal vez haber perdido con rotundidad en el Mundial 2010 sirva para advertir que el fútbol no es lo importante. Que lo trascendente en un país es mostrar que su gente vive bien y que su sistema y sus gobiernos son serios. Ese es el Mundial que tenemos que jugar. Y para ello deberemos elegir a un buen director técnico, no de fútbol, sino de la Nación.
 


(*)Abogado
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Gentileza en exclusiva para NOTIAR

domingo, 18 de julio de 2010

LAS CUATRO ESTACIONES (autor anónimo)








Había una vez un hombre con cuatro hijos. Él deseaba que sus hijos aprendieran a juzgar las cosas sin prejuicios ni apresuramientos.


Así que los envió a cada uno a una gran aventura…., ir en la búsqueda de cierto árbol, el cual se encontraba lejos, a una gran distancia.




El primer hijo se fue al invierno.


El segundo hijo a la primavera.


El tercer hijo al verano y el más joven al otoño.




Luego de que ellos se fueran y regresaran, el padre los mandó llamar y les preguntó, que habían observado...

El primer hijo contestó que el árbol era horrible, doblado y torcido.




El segundo hijo contestó que el árbol estaba cubierto por un hermoso follaje y flores.



El tercer hijo estuvo en desacuerdo, comentó que árbol estaba lleno de brotes frutales que desprendían un aroma dulce fresco y hermoso. El árbol era la cosa más hermosa que había visto.


El último hijo disentía de sus hermanos. Comentó que el árbol era magnífico, estaba cargado de frutos, lleno de vida y esplendor.






Entonces el padre explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque cada uno había observado solamente una temporada en la vida de aquel árbol.


Le explicó que no pueden juzgar a nadie solamente por un período de su vida.


La esencia de las cosas y de quienes somos solo puede ser medida al final, cuando todas las etapas de la vida se han alcanzado. La vida nos enseña constantemente. La virtud se alcanza al recoger sus enseñanzas y aplicarlas.




Detrás de todo está presente el amor de Dios, que nos dignifica y salva.






No te des por vencido cuando es invierno porque perderás las oportunidades de la primavera, la belleza del verano y las promesas del otoño.



No dejes que el valor de una temporada destruya el gozo de las demás y no juzgues la vida por una época difícil…


Mantente firme en las dificultades y mejores tiempos vendrán con toda seguridad…

 Aspira a inspirar.., antes que a expirar.


Vive sencillamente, ama generosamente y que te importe todo.




Habla con gentileza, sé cordial, solidario, y deja lo demás a Dios.


Cuando eres feliz contagiarás la felicidad a los demás.



 La voluntad te mantendrá fuerte.


Los sufrimientos te templarán el espíritu.


Las derrotas te consolidarán y desarrollarán tu humildad.




Los éxitos te darán fuerzas y esperanzas para seguir.




Pero solo Dios es el que te mantiene en la vida.


Así que cuídate y también de esa forma cuidarás de aquello que ÉL con tanta sabiduría  creó...



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