Se cumplen hoy 50 años de la muerte del
piloto que ganó más títulos (9) y mayor cantidad de carreras (56) en TC.
Fina estampa. Juan Gálvez, al costado de su
Ford número 5, con el que acumuló tantas hazañas en el Turismo Carretera.
/ARCHIVO CLARIN
Ganó muchas carreras y títulos Juan Gálvez.
Más que ninguno en la historia del Turismo
Carretera, la categoría más popular del automovilismo argentino.
Sin embargo, su gran victoria la obtuvo en
este medio siglo que hoy se cumple desde que en Olavarría emprendió esa carrera
sin retorno rumbo a la eternidad.
Cincuenta años en los que sus récords de
más ganador y más campeón no fueron batidos por ninguno de los grandes pilotos
que lo sucedieron ni su recuerdo devorado por ese gran depredador que es
el paso del tiempo.
No tuvo Juan el carisma de ídolo de su
hermano Oscar, ni la trascendencia mundial de Juan Manuel Fangio. Sin embargo,
contalento, esfuerzo, resultados y personalidad hizo lo suyo para
compartir con aquellos otros dos grandes un teórico podio del automovilismo
argentino de todos los tiempos. Un podio que en la realidad existió en aquel
Gran Premio de 1949, la carrera mas larga que se corrió en nuestro país (11.035 kilómetros
en 12 etapas) y que Juan encabezó con el Chueco y el Aguilucho como escoltas.
Fue un adelantado del automovilismo este
Juan Gálvez nacido en Caballito el 12 de febrero de 1916, asomado a las
carreras de TC a fines de los años 30 como acompañante de su hermano Oscar e
independizado en la década del 40 para empezar a escribir su propia y gran
historia en los años en los que el TC, con las legendarias cupecitas, los
famosos Grandes Premios y sus tradicionales Vueltas, cimentó esa inquebrantable
tradición y ese profundo amor con la gente que aún perdura pese a ser tan
diferente.
“Correr en autos es andar lo
suficientemente despacio para llegar antes que los demás”, decía Juan sin alzar
la voz y con ese respeto que era una marca distintiva en su trato.
Una particular y exacta definición de su
estilo fino, prolijo y de su sentido estratégico de las carreras que, sin
la espectacularidad de las otras figuras de la época, le permitieron lograr lo
más importante que, como decía, era “llegar antes que los demás”.
Y vaya si llegó tantas veces antes que
los demás. Cincuenta y seis, nada menos. Una cifra por ahora inalcanzable.
“Juan, no vayas a Olavarría, no nos
quieren; además, no tenés nada que demostrar”. El pedido de su hermano Oscar
tenía más la angustia del ruego que la bondad del simple consejo fraterno.
Obstinado como también era, Juan fue a
Olavarría con la obsesión de derrotar a los locales hermanos Emiliozzi y la
idea de demostrar que, pese a sus 47 años, todavía podía sumar más triunfos. En
eso estaba en la segunda vuelta cuando tras superar a Meunier, a Ríos y a
Saigós, quedó también por delante de Emiliozzi en los relojes.
La
S de los Chilenos, una curva a la derecha, parecía no ofrecer
problemas para un piloto del nivel de Juan. Sin embargo, el barro acumulado por
la lluvia de la noche anterior hizo derrapar al Ford número 5. La segunda
marcha no encontró respuesta cuando la requirió Juan y el Ford número 5 se
clavó de punta para iniciar una serie de tumbos.
Sin el cinturón de seguridad, porque a Juan
le aterraba la posibilidad de morir quemado, él y su acompañante, Raúl Cottet,
salieron despedidos por la misma puerta derecha pero con distintos destinos.
Cottet tuvo golpes leves. Juan se fracturó el cuello y entró en la leyenda para
seguir ganando desde allá arriba.
EL BLOG OPINA
Inolvidable época de nuestra niñez y juventud. Un indiscutible ídolo que llenara las paginas del deporte automovilista argentino.