miércoles, 29 de mayo de 2013

Hembras bravas: LAS FORTINERAS




Pasó más de un siglo, pero la campaña del "desierto" todavía despierta polémicas. Para algunos fue una epopeya que permitió consolidar el territorio nacional; para otros, una matanza motivada por la codicia. En el calor de la discusión, todos olvidan que casi la mitad de las fuerzas de frontera fueron mujeres que dejaron todo para vivir, pelear y morir junto a sus hombres.


No figuran en los libros de Historia. No se recuerdan sus nombres, salvo el de un par, aunque por sus méritos muchas llegaron a cobrar sueldo del Ejército y a tener grado militar.
"Se las llamó despectivamente chinas, milicas, cuarteleras, fortineras o chusma, en la parte más benévola del vocabulario -escribió Vera Pichel en Las cuarteleras (Planeta, 1994), referencia obligada sobre el tema-. En más de una ocasión fueron agredidas con epítetos francamente degradantes."
Eran esposas, novias, madres o prostitutas, mujeres de un solo hombre o de un regimiento. No fueron pocas: si en la Conquista del Desierto hubo seis mil soldados, las fortineras llegaron a cuatro mil. No se entiende por qué las condenaron al olvido, pues sin ellas la campaña del Sur -para bien o para mal- no habría sido posible. No sólo cuidaron de los hombres, los vistieron, alímentaron, curaron y -llegado el casocombatieron a la par de ellos, sino que con su presencia les dieron motivo para quedarse en un ejército al que la mayoría fue enganchada de prepo, como cuenta el Martín Fierro.


"Las mujeres -dijo Domingo Faustino Sarmiento de ellas-, lejos de ser un em arazo en las campañas, eran, por el contrarío, el auxilio más poderoso para el mantenimiento, la disciplina y el servicio (...) Su inteligencia, su sufrimiento y su adhesión sirvieron para mantener fiel al soldado que, pudiendo desertar, no lo hacía porque tenía en el campo todo lo que amaba."
Contra los godos
Las fortineras del Sur, sin embargo, no fueron las primeras: las guerras de la Independencia también las tuvieron como protagonistas, en retaguardia y en el campo de combate: "Aunque sea con agua y algún aliento a los hombres, algo se hace para ayudar a la patriada -dijo alguna vez Manuela Godoy, una santiagueña que estuvo en la batalla de Tucumán-. Y si tengo que agarrar una bayoneta y ensartar godos, no soy lerda ni me voy a quedar atrás". Los textos escolares recuerdan a las mujeres de Vilcapugio y Ayohuma, que atendían a los heridos, pero no recogen la historia de la puntana Pancha Hemández, quien combatió vestida de uniforme en la campaña al Alto Perú y usaba pistola y sable.


El Ejército de los Andes también tuvo sus mujeres pues San Martín las autorizó para que acompañaran a sus maridos.


Josefa Tenorio, una esclava negra, pidió al general Gregorio Las Heras que la dejara combatir. Este la aceptó y la mujer hizo la campaña como agregada al cuerpo del comandante de guerrillas Toribio Dávalos. Su única aspiración era obtener, también, su libertad personal. No se sabe si lo consiguió, aunque San Martín la recomendó para "el primer sorteo que se haga por la libertad de los esclavos".
Las mujeres pelearon en las guerras de la Independencia: los realistas estaban cerca -en el Norte y en el Oeste- y vivían amenazadas directamente por un enemigo de cuyas atrocidades se tenían noticias rápidamente. Luchaban por su suelo y por sus propias vidas.


Pero ¿qué otra cosa que el amor las podía haber llevado al Sur? Porque para encontrarse con sus hombres debían hacer un atado con cacerolas y víveres, cargar con sus críos (si los tenían) y largarse, así nomás, a cruzar el desierto. Muchas pudieron viajar desde su lugar de origen acompañando la marcha de los mílicos, pero otras anduvieron leguas y leguas abandonadas a su suerte hasta llegar al fortín.
Algunas buscaban a sus maridos; otras, la perspectiva de "ejercer el oficio"... pero ninguna sabía qué destino les esperaba. No eran mujeres de soldados: la mayoría de sus hombres no había elegido libremente el cuartel.


La ley de vagos
A medida que se extendían las fronteras internas y se repartían tierras, se ahondaba el problema de quiénes trabajarían en ellas. Nuestros gauchos no sabían de alambradas(Nueva 136). La libertad de vientres -primero- y la abolición de la esclavitud -después- hacía difícil conseguir mano de obra.
En 1815 se redactó el Reglamento de tránsito de individuos, versión local de la antigua Ley de vagos y maleantes española. Entre otras cosas, decía que "todo individuo que no tenga propiedad legítima de que subsistir, será reputado en la clase de sirviente, debiéndolo hacer constar ante el juez territorial del partido. Es obligación que se muna de una papeleta de su patrón, visada por el juez. Estas papeletas se renovarán cada tres meses. Los que no tengan documentos serán tenidos por vagos".


El reglamento permitía matar dos pájaros de un tiro: quien fuera pescado sin su papeleta (y se hacían redadas para encontrar hombres) debía elegir entre la peonada y el Ejército. Se había acabado eso de levantar un rancho en cualquier parte o de camear una vaca cuando el estómago hiciera ruido.
El avance sobre las fronteras internas se hizo en etapas. A lo largo de las décadas que insumió, la presencia de las mujeres fue una constante y estaban incluidas en las directivas que daba la oficialidad.

La vida en el fortín
A medida que llegaban eran rebautizadas por la soldadera: la Pasto Verde (Carmen Funes de Campos; su marido estaba en el cuartel del coronel Napoleón Uriburu) y la Viejita María; Mamá Culepina (una araucana afincada en el regimiento 3) y Mamá Pilar; la Pastelera y la Pocas Pilchas (que figuraron en un parte diario porque se habían trenzado en una pelea)... Algunas tuvieron nombres humillantes: la Cama Caliente, la Pecho'e Lata, la Vuelta Yegua.
Isabe
l Medina fue tan respetada que no perdió su nombre y la nombraron capitán por su heroísmo en combate. Mamá Carmen fue sargento primero.


La vida en el fortín era brava: mal comidos, mal vestidos, castigados por cualquier motivo, los soldados ni siquiera tenían la certeza de recibir la paga a tiempo (una compañía llegó a recibir tres años de sueldo en una vez).
Los caballos -sin los cuales no se podía salir a correr a los indios- eran más importantes que los hombres. Por las noches, pese a las bajísimas temperaturas, los animales eran los únicos que tenían mantas aseguradas.


Los soldados se levantaban al alba y trabajaban todo el día. Atendían la caballada, fabricaban adobe, cavaban fosas y preparaban la tierra destinada a chacras estatales, al margen de las patrullas cotidianas.
"... Las mujeres de la tropa eran consideradas como fuerza efectiva de los cuerpos -escribió el comandante Manuel Prado en La guerra al malón (Eudeba, l960)-; se les daba racionamiento y, en cambio, se les imponían también obligaciones: lavaban la ropa de los enfermos, y cuando la división tenía que marchar de un punto a otro, arreaban las caballadas. Había algunas mujeres -como la del sargento Gallo- que rivalizaban con los milicos más diestros en el arte de amansar un potro y de bolear una avestruz. Eran toda la alegría del campamento y el señuelo que contenía en gran parte las deserciones. Sin esas mujeres, la existencia hubiera sido imposible. Acaso las pobres impedían el desbande de los cuerpos."


Si el fortín era el infierno, las marchas no se quedaban atrás. Horas y horas, tanto de día corno de noche, al ritmo de la yegua madrina. Las mujeres, cargadas con trastos e hijos, ocupaban un sitio determinado Una reglamentación del coronel Conrado Villegas dispuso para una marcha que las mujeres que tuvieran familia fueran detrás del batallón, antes de los caballos, los carros y la columna de retaguardia. Las mujeres sin familia debían arrear la caballada y eran contadas como soldados.



"No conozco sufrimientos mayores -narró otro protagonista de la campaña, el coronel Pechman- que los pasados por las infelices familias de aquellas tropas, obligadas a marchar de noche o de día largas distancias con sus hijos en el anca de una mala cabalgadura, cubiertas de polvo, con sed, hambre y frío. ¡Pobres mujeres! Tenían forzosamente que subordinarse a las mismas condiciones que la tropa, so pena de perecer en la soledad del desierto."
No era raro que durante uno de esos traslados alguna diera a luz, como les ocurrió a las mujeres del cabo Cardozo y del cabo Gómez. Esta última, apenas cortado el cordón umbilical del bebé, debió continuar la marcha junto a la columna. Sólo pudo descansar a la mañana siguiente.


Entre bailes y combates

La única obligación placentera era la de los bailes que se hacían cada tanto. Jóvenes o viejas, ninguna podía faltar: la orden era terminante. Eran los únicos momentos de alegría.
Claro que también podía armarse algún entrevero, como cuando la Rosa Mala vio a su cabo bailar con otra. Esa noche la fiesta terminó en un duelo que ganó la mujer. El cabo casi murió de una puñalada y la Rosa Mala fue desterrada.
Eran bravas para todo. En una oportunidad el coronel Hilario Lagos debió llevar su regimiento (el 2 de caballería) hacia Mercedes. Como no podía dejar vacío su fortín, llamó a Mamá Carmen y la nombró sargento primero. Mamá Carmen hizo disfrazar de soldados a las mujeres y organizó la vigilancia. Cuando aparecieron los indios, no sólo los dispersó sino que salió a perseguirlos. El día que regresaron los hombres, no creyeron la historia hasta que vieron los tres prisioneros que las fortineras habían capturado.
Si esos tres vivieron -al menos hasta la vuelta de Lagos-, menos suerte tuvo el viejo indio que se acercó a otro fortín, que había quedado a cargo de Misia Magdalena mientras los soldados peleaban, Aunque el hombre dijo que quería volver a vivir entre los blancos, ella lo fusiló. Se estaba vengando de la muerte, en el combate de San Carlos, de su marido y sus tres hijos.
En otra ocasión, mientras cuidaba la tropilla del jefe, la Parda Presentación -una entrerriana casada con un sargento- espantó, sola y sin ayuda, a un grupo de indios que intentaba acercarse al cuartel.
A curanderas tampoco les ganaban. Catalina Godoy, Mamá Pilar, Mamá Culepina, la Viejita María, Mercedes la Mazamorrera, todas eran expertas en el uso de hierbas y tisanas. Mamá Pilar, incluso, curó en una ocasión al general Teodoro García.
Las olvidadas
Cuando todo terminó, muchos de los sobrevivientes se quedaron en el sur. Algunos -no todos- recibieron pequeñas parcelas.

La Pasto Verde fue una de las que se afincó. Construyó un ranchito que hizo las veces de posta en el camino de Neuquén a Zapala, hoy ruta 22. Mercedes la Mazamoffera vivió cerca de ella.
¿Y el resto? El teniente coronel Eduardo Ramayón contó, en 1914, qué fue de ellas: "El gobierno (mientras duró la Campaña) las proveía de cierta porción del racionamiento que se asignaba al soldado, raciones modestísimas que más tarde, con la desaparición del indio, quedaron definitivamente suprimidas... Estas mujeres ¿qué suerte corrieron? Una vez que todo fue paz y fraternidad, porque habían terminado las guerras, la situación de las pocas sobrevivientes quedó completamente definida con la eliminación de las listas en que figuraban y su no admisión en los cuarteles."



Sin embargo, "ellas también fueron soldados -escribió Vera Pichel en su libro-. Con ese espíritu tomaron a su cargo las tareas que les fueron asignadas: cocinaron para todos, lavaron la ropa de sus familiares y de soldados enfermos o heridos, cuidaron la tropilla. Curaron, rieron, hablaron de amor... y tomaron un fusil y dispararon cuando fue necesario con la fuerza y la valentía de los veteranos. De ese modo entraron a formar parte, también ellas, de la Conquista del Desierto."


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EL BLOG OPINA: 

                            Un justo reconocimiento a aquellas mujeres que lo dieron todo por una causa que nada les daba, sino penurias y sufrimiento. Hicieron patria, sin saberlo y sin esperar nada. Ejemplo antípoda de ellas: Las madres y  abuelas de Plaza de mayo (con seguridad hay excepciones, en ello queda afuera la la más representativa de ese oprobio Hebe de Bonafini.

domingo, 5 de mayo de 2013

Murió Arquímedes Puccio, jefe de un clan familiar de secuestradores

Arquímides Puccio

POR ROLANDO BARBANO

 Con dos de sus hijos, en los 80 capturó y mató a tres empresarios. Los tenían cautivos en su casa de San Isidro.

                              Pasó sus últimos días de la misma manera que algunas de sus víctimas: confinado en una habitación, casi sin posibilidad de moverse, obligado a comer lo que otros le daban en la boca y consciente de que el final se acercaba. Así murió ayer Arquímedes Rafael Puccio (84), jefe de un clan familiar que pasó a la historia a fuerza de traicionar amigos, secuestrarlos y asesinarlos. Un accidente cerebro- vascular lo había condenado a esperar la muerte postrado en un catre de General Pico, La Pampa.
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El Clan Puccio: La Familia Muerte



Puccio se engolosinó con la veta e instaló por cuenta propia una industria del delito. 

Puccio agrandó el sótano de su casa y lo dotó de un calabozo de hormigón. 
Vilca revocaba una pared mientras Bollini de Prado estaba encadenada a su lado. 
ArquimedesPuccio, hoy, en su casa de El Talar, donde cumple su arresto. Dice que no tiene que arrepentirse de nada, 

En los 80, Arquimedes Puccio lideró una banda, con dos de sus hijos. Secuestraron y asesinaron a empresarios. Con tres condenas de prisión perpetua, por su edad ahora cumple arresto domiciliario. Pero como, según los vecinos, sale a pasear, la Justicia estudia si le revocan el beneficio. 

Es calvo, petiso, rechoncho. El perfil, siciliano, como el de cualquier inmigrante. Hombre de misa de once cada domingo en la Catedral de San Isidro, de traje oscuro y corbata, a Arquímedes Rafael Puccio sus vecinos lo motejaron El Loco, porque barría la vereda de su mansión en horarios insólitos; Cu- Cú, porque era habitual verlo asomar la cabeza a cada rato por uno de los ventanucos superiores de la casa, y finalmente, Bernardo, por su parecido asombroso con el ayudante de El Zorro en la serie de televisión. Ahora está avejentado, pero sigue con la obsesión de barrer la vereda, aunque en una casa más modesta, en El Talar de Pacheco, donde cumple arresto domiciliario. Como los vecinos lo ven salir a pasear, la tevé lo descubrió y la Justicia debe decidir si le revoca el beneficio. La suya fue en realidad la vida de un personaje de historieta, pero trágica. 

Arrancó como oscuro correo diplomático; fue Tacuara y ya adulto, se convirtió en contador público nacional. Frecuentador de la derecha peronista, brazo civil de grupos militares que llevaron hasta la exaltación la omnipotencia homicida, Puecio se engolosinó con la veta e instaló por cuenta propia una industria del delito. La gavilla qué comandaba fue la responsable de la muerte de tres empresarios: Eduardo Aulet, Ricardo Manoukian, Emilio Naum, el dueño de Mac Taylor. También en lo que sería su Waterloo policíaco, en 1985, secuestraron a Nélida Bollini de Prado, una viuda a la que mantuvieron encadenada en una mazmorra que construyeron en el sótano de la casa familiar. Antes, en 1973, habían raptado a Enrique Pels, un ejecutivo deBonafide que jamás quiso hablar del asunto (Puccio fue sobreseído en aquel momento en esa causa por falta de pruebas) y por cuyo rescate se pagó un millón de dólares. Pero, ¿qué sociedad, qué circunstancias son capaces de parir una hidra asesina semejante? 

Arquímedes, el vagabundo
Puccio nació en un inquilinato de Independencia y Perú, en San Telmo (hoy demolido y dedicado el solar a playa de estacionamiento) en 1930. Su padre, Juan Puccio, fue jefe de prensa del Ministerio de Relaciones Exte-riores y Culto durante la gestión del canciller Juan Atilio Bramuglia -su amigo personal- en el primer peronismo. Culminada su instrucción secundaria, en 1949, cuando todavía no había cumplido 19 años, Arquímedes ingresó también en la Cancillería. Al año siguiente lo destinaron a la embajada argentina en Madrid como correo de base, denominación técnica de los correos diplomáticos. 

Siempre se sospechó que los correos diplomáticos podían tentarse con el contrabando. Puccio, que cumplió la función con interrupciories, en 1962 fue trasladado a Buenos Aires, y dos años después exonerado por el canciller del presidente Arturo Illia, Miguel Angel Zavala Ortiz. La causa fue que se lo sorprendió intentando contrabandear, por valija diplomática, 250 pistolas Beretta provenientes de Italia. El proceso se atenuó porque las armas eran de calibre 22, y finalmente fue sobreseído por la Justicia. 

En ese momento Puccio -que en 1957 se había sumado a Bramuglia en la fundación del partido Unión Popular, un intento de gambetear la prohibición del justicialismo- se dedicó a las inversiones inmobiliarias. Para entonces, ya se había recibido de contador público, y casado con la profesora de contabilidad y matemática Epifanía Angeles Calvo, con quien tuvo cinco hijos: Alejandro, Sílvia, Daniel, GuíllermoyAdriana. Tanto en su etapa universitaria como después, Puccio triscó por Tacuara y otros grupos ultranacionalistas que a veces abrevaban en el peronismo. 

En 1973, apareció como Secretario de Deportes de la Municipalidad de Buenos Aires, en la gestión de Leopoldo Frenkel. Más tarde se lo ubica en el Ministerio de Bienestar Social, ya en tiempos del ocultista José López Rega. Se le atribuyó una relación con los hermanos Pedro Eladio y Demetrio Vásquez, que trabajaron con El Brujo, dueños de la Empresa Rojas, de transportes, que los interesados desmintieron. Fue en ese año de 1973 cuando Puccio concretó el que se considera su primer secuestro extorsivo, del que fue víctima el ya mencionado ejecutivo de Bonafide. En 19 60, Puccio había comprado una casona en San Isidro, en la calle Martín y Omar al 500, esquina 25 de Mayo, La pro ¡edad fue escríturada a nomb de ELFAR, una sociedad anó a industrial, comercial, financiera e inmobiliaria teóricamente dedicada a fabricar y distribuir artículos de pesca e integrada por sus parientes directos (hermanos suyos y de su mujer, un cuñado). 

Allí, en 1980, iba a instalar una rotisería, y tres años después Hobby wind, una casa de implementos para wind surf y esqui que atendía su hijo Alejandro, por entonces estrella del primer equipo de rugby del Club Atlético de San Isidro (CASI). 

Alejandro Puccio (uno de los hijos de Arquímides,
murió en 2008)
Alex, con sus enormes patillas, era un raudo wing tres cuartos que hasta llegó a colar en Los Pumas.
Daniel Puccio

Su hermano Daniel, alias Maguila, también jugó rugby, lo mismo que Guillermo, el menor de los varones, a quien en 1985, cuan o se descubrieron las andanzas de la familia, se le recomendó no regresar de Nueva Zelanda, donde se encontraba. 

Se creía que podía haber actuado de posta motorizada en la secuencia del pago de rescate por el empresario Aulet. Si bien nunca serían considerados una familia tradicional de San Isidro por la aristocracia local, los Puccio solidificaron su posición social en el lugar. Silvia, la hija mayor, además de socia del CASI, fue profesora de Cerámica en el Instituto de Artes Visuales Regina Pacis, regenteado por monjas católicas 

.El revés de la trama 
En las reformas de la mansión -que costaron más de 100.000 dólares- trabajó como albañil el boliviano Herculeano Vílca, que fue quien cavó la fosa en que enterraron a Aulet. En 1983, los Puccio agrandaron el sótano y lo dotaron de un calabozo de hormigón. Esto fue, aparentemente, para evitarse el trajín de encadenar a sus víctimas en la bañera del retrete principal del primer piso, como hicieron con Manoukian en 1982 y con Aulet en 1983, antes de asesinarlos.

 El emporio criminal de los Puccio comenzó a derrumbarse el 23 de agosto de 1985, cuando un grupo de la División Defraudaciones y Estafas de la Policía Federal comandado por el comisario Mario Fernández (cuya actuación en el Caso Sivak despues sería cuestionada por la familia de la víctima) detuvo junto a la cancha de Huracán a Arquímedes, su hijo Daniel y Guillermo Fernández Laborda, que se aprestaban a cobrar el rescate exigido por la empresaria Bollini de Prado, alguna vez dueña de una funeraria por la cual, según denuncias no confirmadas, se supone pasaron algunos cadáveres NN que produjo la última dictadura. La viuda, desde hacía un mes, estaba encerrada en el calabozo del sótano de los Puccio. Arquímedes les dijo a los policías que su casa estaba dinamitada, para evitar que fueran y ganar tiempo. Fue inútil. Cuando la partida llegó a liberar de su calvar ¡o a la viuda de Prado, Alejandro, festejaba a su novia, Mónica Sorvik, en el estar del primer piso. 

El rugbier fue detenido de imnediato. Sus cofrades del CASI reaccionaron corporativamente. Sin ninguna prueba, se empeñaron en sostener su inocencia a rajatabla. Con férreo espíritu de cuerpo, hicieron rezar una misa por él, se agolparon en Tribunales, rodearon a su novia. Florencio Varela (un legendario jugador del CASI, Secretario del Menor con Juan Carlos Onganía, defensor de Hernán Invernizzi, hijo de Eva Giberti, detenido por facilitar, cuando era conscripto, el copamiento de una unidad militar, y que quedó libre en 1988) se encargó de la defensa de Alex junto con Esteban Vergara, otro abogado socio del club. Lo hicieron por pedido de sus hijos, compañeros del joven en el CASI pero cuando comprobaron que les había mentido al jurar inocencia, ambos renunciaron a seguir siendo sus letrados. 

Alejandro Puccio -que fue quien, aprovechando su conocimiento social con él, le tendió a Manoukian la celada que culminó en su secuestro- quiso suicidarse cuatro veces. El intento más espectacul ar se registró el viernes 8 de noviembre de 1985, cuando dos guardias lo trasladaban desde la Alcaldía del Palacio de Justicia al despacho del juez Héctor Grieben. Aunque estaba esposado con las manos en la espalda, desde el segundo piso se arrojó al vacío. Si bien su caída fue amortiguada por un techo intermedio,sufrió gravísimas heridas, incluyendo politraumatismos craneanos, de los que se recuperó tras una dilatada estancia en terapia intensiva. Sorvik, que en principio creyó a rajatabla en la inocencia de su festejante, trabajaba como maestra jardinera en Mayfair School, de Coronel Díaz y Las Heras. Tuvo que soportar más de una vez el acoso de la prensa sensacionalista, aún hasta dos años después de roto el noviazgo, en 1987. En 1993 Alej andro Puccio se casó en la cárcel con Naney Arrat, antes, había organizado con Sergio Schoklender un centro universitario en el penal de Villa Devoto (él se anotó en Psicología). 

Alejandro Puccio sigue preso, en el penal de Florencio Varela. Pidió la libertad condicional. (murió en el 2008)

La hermandad 
Alejandro Puccio, en fin, tam bién intentó ahorcarse con una sábana en su celda de la cárcel de Villa Devoto, donde estaba alojado, y a fines de enero de 1989 reiteró el intento, tragándose dos cartuchos de máquinas de afeitar. Esa vez el resultado fueron hemorragias intestinales, también controladas. Alex tenía antecedentes en ese sentido, ya que antes que estallara el raid criminal que lo involucra, en ocasión de encontrarse circunstancialmente demorado en la Comísaría 22, intentó electrocutarse metiendo los dedos en el enchufe. Sigue preso en la cárcel de Florencio Varela, y cada tanto intenta quedar libre bajo fianza. Lo logró entre 1997-99, pero después la Justicia lo encarceló de nuevo. 

En el 2000, logró que le concedieran salidas laborales, y trabajó en un consultorio médico. Pero ese beneficio le duró un mes: una jueza se lo revocó cuando descubrió que su trabajo era apenas una fachada y que volvía a la cárcel cuando quería. Ahora, un tribunal de San Isidro debe resolver si le otorga, otra vez, la libertad condicional. Por su parte, Daniel Puccio pasó dos años en la cárcel, y logró la libertad bajo fianza en 1998. Fue por haber estado preso dos años sin sentencia (el mismo beneficio alcanzó a su madre en noviembre de 1987). Finalmente su condena a 13 años de cárcel fue ratificada casi diez años después, en 1997, por el secuestro de Bollini de Prado, pero sigue prófugo. Al salir de la cárcel, Daniel volvió a vivir en su casa de San Isidro, junto a su madre y sus hermanas. Entonces, pedía plata para conceder reportajes. También quiso vender notas exclusivas de su hermano Alejandro, pero se dudaba de su verosimilitud. Hoy se cree que vive en Brasil. 

Daniel Puccio fue condenado a 13 años de prisión, pero está prófugo, en Brasil. 

V Íctimas 

, 2. Ricardo Manouk¡an.RICARDO makoukian 
Tenía24 años y era amigo de Alejandro Puccio. Fue secuestrado el 22 de julio de 1982, en San Isidro. Se lo llevaron cuando salía de un depósitos de los supermercados de laf amilia, en Martínez. Por él pagaron un rescate de 500.000 dólares. Pero igual lo asesinaron. 

3. EduardoAulet,EDUARDO AULET 
Ingeniero industrial, hijo de un empresario metalúrgico, f ue secuestrado el 5 de mayo de 1983 en Barrio Norte. Estaba casado y tenía 25 años. Se conocía con Alejandro Puccio porque jugaba al rugby. Su f amilía pagó 100.000 dólares. Pero lo asesinaron. En 1987, hallaron su cadáver en General Rodríguez 

4. Emilio NaumEMILIO NAUM Dueño de dos casas de ropa, tenía 38 años. El 22 de junio de 199, vio que Arquímedes Puccio -a quien conocía- le hacía señas y paró con su auto. Se resistió, le pegaron un tiro en el pecho. Fernández Laborda conf esó haberle disparado. 

Néiida Bollini de Prado,La mujer f ue la única de las victimas de los Puccio que salvó su vida.NEMA BOLLINI DE PRADO Tenía 58 años cuando la secuestraron, en 1985. Su f amilia era dueña de una concesionaria de autos. Estuvo 32 días en el sótano dela casa de los Puccio, atada con una cadena al tobillo. Fue la única sobreviviente. 

3. HerculeanoVilea fue el que cavó la fosa donde enterraron al empresario Aulet, Ya está en libertad. 

Victimarios- 
ARGUMEDES PUCCIO 
Líder y cerebro de la banda. Contador público. Vinculado con la derecha peronista, f ue funcionario de la Cancillería y Secretario de Deportes de la Municipalidad de Buenos A¡ res en 1973. Condenado a perpetua por los cuatro casos que cometió la banda. Portener más 70 años, desde enero de este año cumple arresto domiciliario. Víve en una casa de ElTalar.Tiene 74 años. 

ALEJANDRO PUCCIO Hijo de Arquímedes. Fue jugador de rugby del CASI y de Los Pumas. Regenteaba una casa de artículos de windsurf. Lo detuvieron el 23 de agosto de 1985, cuando liberaron a Bollini de Prado. Fue condenado a perpetua por el secuestro y asesinato de su amigo, Ricardo Manoukian, a quien entregó. En la cárcel estudió psicología. En 1993 se casó con una chica que lo iba a visitar. Ahora tiene 44 años. En el 97salió libre bajo fianza, pero volvió a quedar detenido. En el 2000 obtuvo salidas laborales, pero después le revocaron el beneficio. 

GUILLERMO FERNANDEZ LABORDA Su confesión le permitió a los investigadores desartícular la banda. Dijo que f ue e. quien disparo contra Naum y Manoukian. Los condenaron a reclusión perpetua.Era amigo de Arquímedes Puccio desde la década de 1970. 

1 Victoriano Franco, teniente coronel. M u rió a los 84 años en prisiónVICTORIANO FRANCO 
Era teniente coronel retirado. Participó en el secuestro de Aulet y le dio su arma a Fernández Laborda para que asesinara a Naum. Su condena f ue de prisión perpetua. A los 84 años murió en la cárcel. 

ROBERTO OSCAR DIAZ 
2. Roberto 0scarDiaz fue quien asesinó a Eduardo Aulet, Sigue preso.Hoy tiene 66 años y f ue' él último en sumarse a la banda. 
Conoció a Arquímedes Puccio en una agencia de autos de Llavallol. Entregó a Nélida Bollini de Prado, la única que sobrevivió a sus captores. 
Confesó ante la Justicia que mató a Aulet. "Me pidieron una prueba de sangre para incorporarme a la organización dijo. Condenado a perpetua. 

GUSTAVO CONTEPOMI Arquímedes Puccio lo convocó para formar parte del grupo. Era amante de una mujer, f amiliar de Aulet, y se lo consideró el contacto para llegar al empresario. Murió en la cárcel cuando ya tenía más de 70años. 

DANIEL PUCCIO Alias Maquila.Hijo de Arquímedes. Fue detenido en 1985, cuando negociaba el rescate de Bollini de Prado. Lo condenaron a 14 años pero la sentencia f ue anulada porque se había perdido una hoja del expediente. En el 97 le dieron 13 años. Estaba en libertad y nunca se presentó. Está próf ugo, según los f amillares de las víctimas, en Brasil, 

HERCULEANO VILCA Era un albañil que se encargó de acondicionar el sótano de la casa de los Puccio. En el juicio admitió haber cavado la fosa donde enterraron a Aulet. Le dieron 10 años, que ya cumplió. 



Otras historias 
Los antecedentes de los miembros del clan Puecio no pertenecientes a la familia también son significativos. Roberto Oscar Díaz (hoy de 66 años), casado, mecánico -se desempeñó durante treinta y siete años en una concesionaria del difunto Alberto Jacinto Armando, en la que llegó 
jefe de mantenimiento- conoció Arquímedes en una agencia Mitsubishi de Llavallol. Confesó haber asesinado a Aulet y entregado a Bollini de Prado. En cuanto a Fernández Laborda (hoy 60), comisionista de aduana, fue administrador del porteño Hospital Municipal Ramos Mejía hasta 19 7 6 y actuó en la denominada Escuela Superior de Conducción Política del Partido Justicialista. Femández Laborda, que al ser detenido se dedicaba al comercio exterior, fue quien disparó contra Marroulcian y Naum. Otro integrante de la gavilla fue Gustavo Contepomi, que murió en la cárcel en 1994, a los 70. Divorciado, comerciante, era amigo de Aulet. Es un decir: él fue quien lo entregó a la banda. Lo había conocido por su amante, familiar del empresario. En cuanto al teniente coronel Rodolfo Victoriano Franco, era del arma de Caballería y fue pasado a retiro en 1955, tras el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón. En 1956, según sus dichos, participó en los intentos de la restauración peronista que encabezó el general Juan José Valle, quien fue fusilado por eso. Franco huyó al Uruguay, desde donde pasó al Brasil. Regresó en 1959. Veinte años después, al caer de un caballo, se lesionó las piernas, pero, aunque con dificultad, caminaba. Al año siguiente -1980- sufrió otra desgracia personal: el estallido de un bidón de combustible le ocasionó quemaduras graves en las manos. El militar, que le dio su arma a Fernández Laborda para que asesinara a Naum, fue condenado a perpetua y también murió en la cárcel, a los 84, en 19 9 7. A pesar de su edad, seis veces le habían negado la excarcelación, que sí se le concedió a Arquímedes Puccio en enero de este año, por tener más de setenta. El grupo lo completaba el albañil Vilca, que hoy tiene 6 1. Nunca se casó, y comenzó a trabajar para los Puccio en su oficio desde 
1978. Las tareas que se le encomendaban eran extravagantes: ref accionar un sótano para con~ vertirlo en celda, cavar tumbas o revocar una pared mientras Bollini de Prado permanecía a su lado, encadenada en una cama. 
Fue condenado a 10 años y ya está libre. El teniente coronel Franco precisó que conoció a Arquímedes Puccio en Tacuara. Fernández Laborda reveló que Arquímedes era el cerebro y se cuidaba de no ser jamás él quien consumaba los asesinatos, sino que presionaba a otros miembros de la banda para que lo hicieran. Elegía a sus víctimas y las halagaba proponiéndo les buenos negocios. Declaró además que Puccio estuvo vinculado a la SIDE, a una célula de ultraderecha que integraban dos oficiales de la Fuerza Aérea, a quienes no identificó, y también al ya muerto coronel Jorge Osinde, f actótum intelectual de la masacre de Ezeiza, en la que Arquímedes habría intervenido personalmente. También lo relacionó con el capitán retirado del Ejército Julio Fossa, involucrado en el primer secuestro de Osvaldo Sivak. Toda la familia era asistida en ese momento por un penalista de lujo para el hampa, Pedro Bianchi, que alguna vez fue también defensor de los hermanos Schoklender. Fernández Laborda cambió su declaración, con lo cual incriminó más directamente aun en los homicidios a Arquímedes y Alex. Hubo hasta un juez que se cree intentó proteger a los Puccio. Su excusa fue que lo amenazaron de muerte. Fue apartado de la causa. Para mucha gente que directa o indirectamente respaldó tanta pestilencia, el affaire Puccio debiera ser, por lo menos, un boomerang aleccionador. Cuando se deja sembrar muerte, los cadáveres que se cosechan no siempre son ajenos. 


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EL BLOG OPINA

Una historia increíble, que reúne todas la condiciones para una novela de horror. 
Imposible imaginar tanta maldad en una familia de apariencia normal y hasta
 apreciados en su entorno. Seguramente quedará en la historia como una rareza
 criminal aún plausible de investigación especializada.