lunes, 2 de julio de 2012
Las proezas
del vasco de la carretilla
CLARÍN 02/07/12
Guillermo
Isidoro Larregui Ugarte unió a pie Santa Cruz con Buenos Aires y fue leyenda.
Viajes. El
primero le llevó 14 meses, entre 1935 y 1936, y luego vinieron más. Murió en
1964 en Misiones donde había terminado el último. / ARCHIVO CLARIN
Un viejo
chiste porteño sostiene que le definición de vasco es: “persona que ve en una
puerta un cartelito que dice ‘tire’; entonces, empuja y entra”. Tiene que ver
con la fama de tozudos que identifica a los de ese “país” integrado a España.
Pero esa característica muchas veces se ha convertido en elogio por la
constancia y el esfuerzo habitual en la gente de ese origen. Y quizás un buen
ejemplo lo marca la historia de Guillermo Isidoro Larregui Ugarte, más conocido
por el apodo que le pusieron los periodistas en la Argentina, su tierra
adoptiva: “el vasco de la carretilla”.
El porqué
empezó en una reunión de amigos en Cerro Bagual, provincia de Santa Cruz, donde
Larregui vivía y trabajaba en los yacimientos de petróleo. En esa charla
informal se hablaba de los récords deportivos y los esfuerzos. Entonces dicen
que el vasco lanzó, casi en broma, su propuesta. Dijo que él podía ir a pie
hasta Buenos Aires, empujando una carretilla cargada con casi 200 kilos. Fue
suficiente que alguien dijera “¡a que no!” La aventura duró catorce meses.
Empezó el 25 de marzo de 1935, cerca de Comandante Luis Piedrabuena, y terminó
en la Capital Federal el 24 de mayo de 1936, cuando una multitud lo recibió y
homenajeó cubriéndole con flores su carretilla. Aquellos homenajes continuaron
al día siguiente, como parte de los festejos por el aniversario de la
Revolución de 1810. El vasco, emocionado, fue con su carretilla hasta la Plaza
de Mayo. Y junto a la Pirámide, dejó todas esas flores. Atrás habían quedado
más de 3.200
kilómetros recorridos y, dicen, 31 pares de gastadas
alpargatas.
Larregui
había nacido en Pamplona el 27 de noviembre de 1885 y a los 15 años dejó esa
ciudad que un general romano fundó en el 75 a .C., emigrando hacia la Argentina. Cuentan
que primero trabajó como marinero hasta que se radicó en aquella zona de la
dura Patagonia donde empezó su aventura. Y de ese recorrido a pie, después
recordaría que la peor parte fue en el tramo hasta Trelew, cuando el invierno y
la nieve lo golpearon, pero no lo doblegaron.
La primera
carretilla del vasco quedó en el Museo de Luján porque él la donó. Después, con
otra, entre 1936 y 1938, hizo un recorrido desde Coronel Pringles, en la
provincia de Buenos Aires hasta Bolivia. Y también dos caminatas más. Una fue
en 1940 desde Villa María, en Córdoba, hasta Santiago de Chile. La última
cuentan que arrancó en 1943 en Trenque Lauquen y terminó seis años más tarde en
Puerto Iguazú (Misiones), el lugar que sería su residencia definitiva. Se
calculaba que, en total, ya había caminado más de 20.000 kilómetros .
Instalado
en el Parque Nacional donde construyó una humilde casilla, Guillermo Isidoro
Larregui Ugarte, “el vasco de la carretilla”, vivió sus últimos años en aquel
paisaje cercano a las cataratas. Algunos recuerdan que dos veces por semana era
habitual verlo caminando los 15 kilómetros desde su casilla hasta Puerto
Iguazú, quizás para mantener esa costumbre de recorrer grandes distancias a pie
que había iniciado cuando rondaba los 50 años.
Murió el 9
de junio de 1964, cuando aún no había llegado a cumplir los 79. Lo enterraron
en el cementerio de esa ciudad. Para entonces ya se había convertido en un
personaje de leyenda y a su alrededor se empezaron a armar los mitos. Uno dice
que fue el primer guía que asistió a los argentinos y extranjeros que querían visitar
esa maravilla de la naturaleza que es el Parque Nacional y las cataratas. Otro,
que sabía hablar en inglés, francés, italiano y alemán. Pero esa es otra
historia.
EL BLOG OPINA
Sucesos dignos de recordarse. Una aventura para la que hacía falta tesón, constancia y espíritu bohemio...
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