sábado, 20 de marzo de 2010
LOS JUDÍOS ESPAÑOLES
COLUMNA DE PAPEL Juan Yáñez
A Salvador Serfaty, ―un sefardí criollo― amigo noble, sincero y de gran corazón… In memóriam.
Todavía hoy es posible encontrar en quioscos de Estambul, algunos periódicos escritos en lo que nos parece un castellano lleno de errores gramaticales, sin reglas de ortografía e intercaladas en sus frases algunas palabras extrañas, aunque fácilmente podemos entenderlo.
Ese idioma del que estamos haciendo noticia es el ladino o chudio espaniol que aún hablan, leen y escriben, los descendientes de los judíos españoles o sefardíes que fueron expulsados de la península Ibérica hacia 1492.
Lo insólito es que esta lengua aún sobreviva fuera de España por más de quinientos años. Los judíos que se establecieron en España, ―hacia el año 300 de nuestra era― (y es muy probable que ya los hubiera desde mucho antes) hablaban la lengua de Castilla, que ellos mismos habían ayudado a establecer y que luego del éxodo continuaron empleando, mientras que en España y Latinoamérica el castellano evolucionó, el ladino permaneció sin cambios, como un castellano arcaico.
Esta comunidad judeo-española, luego de su expulsión, se estableció por todo en el Mediterráneo oriental, en ciudades como Estambul, Atenas, Jerusalén, Tesalónica o Tel-Aviv, entre otras de la región y algunas más alejadas aún.
Sefarad significa en hebreo España y de allí parte la denominación sefardí o sefardita. La etnia judía se divide en dos grupos litúrgicos principales: Los askenazies y los sefardíes.
Los primeros se establecieron en la Europa central y los segundos en la península Ibérica. Actualmente esta última denominación alcanza también a aquellos judíos de origen distinto al askenazi, como son los de ascendencia árabe, persa, balcánica y hasta los de la India.
Se les reconoce una particular tenacidad para soportar el infortunio y una habilidad sobresaliente para la administración y el manejo de la economía.
Las causas de su expulsión vienen de lejos y en ella caben también los nacionalismos y la xenofobia, indigno flagelo que causa un sin fin de daños y tribulaciones, en la sustancia de los pueblos.
Los judíos establecidos en la península, gozaron durante muchos años de los mismos derechos y obligaciones que los hispanos. Se integraron a la comunidad y muchos de ellos se convirtieron, ―la mayoría de las veces de manera aparente― al catolicismo, obligados por las circunstancias o por ambición acomodaticia de algunos y se les conoce como judios conversos o marranos.
Desarrollaron sus profesiones, como agricultores, artesanos, comerciantes y hasta fueron apreciados como médicos. A mediados del siglo XI, aparecen interviniendo en Barcelona, en la acuñación de moneda. Ocuparon importantes cargos públicos y de representación en las nacientes monarquías cristianas de la península.
No obstante, de a poco empieza a generalizarse una oposición despiadada y cruel que crece con los años y en las que muchas veces son traicionados y delatados por sus propios hermanos de raza. Son los Reyes Católicos los que obligados por la marcha de los acontecimientos, las presiones de las Cortes y la Inquisición española, los que llegan a la promulgación del decreto de expulsión para los que se negaron a convertirse.
Los hispanos-hebreos abandonaron España, dejando atrás todo aquello que había constituido su patria de adopción.
Hoy día perviven entre los descendientes de los sefardíes expulsados de la península, costumbres cotidianas de la más pura tradición española, trasmitidas de una generación a otra.
Cuando algún viajero o visitante de origen o idioma hispano se acerca a estas comunidades es recibido con interés y cordialidad. Sefarad o España constituye para ellos una imagen nostálgica que los emociona grandemente.
Muchos aún conservan las llaves de las casas de sus antepasados en España que guardan como una reliquia. Hay en ello el recuerdo de un pasado sobresaliente, pleno de logros y que verdaderamente estableció la época de oro del judaísmo universal… en que los sefardíes fueron sus únicos y legítimos protagonistas.
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, el 10.08.08
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es impresionante ver cómo un pueblo tan pequeño en número ha influido tanto en la historia y cultura de la humanidad
ResponderEliminarEso del ladino en Estambul (mi famosa Constantinopla del ARMA SECRETA) es algo que no sabía, gracias por mostrármelo.
La iniciativa de ir reeditando tu columna en el blog es algo que te agradecemos los que no estamos en Guárico
Un gran saludo Alí. Es interesante la historia de este pueblo que tanta tribulación a padecido y aún padece. Es totalmente gratuito el desprecio generalizado que siempre existió hacia ellos. Si ser judío es motivo de deshonra, me hago uno con todos los judios que soportan esa humillación. De la misma manera mantengo la misma actitud con todos aquellos también despreciados -de cualquier raza o religión por los prejuicios de sectores intolerantes de muchos pueblos, incluso el judío. Un abrazo...
ResponderEliminarEpa hermano, veo que tienes una entrada nueva pero he tenido problemas para verla. Veré qué está pasando en la blogósfera
ResponderEliminar